Izquierdas argentinas, al filo de la navaja
Por estos días hay muchas materias grises batallando contra
“los intelectuales kirchneristas” o los “militantes virtuales”; mentes que no
le dan la guerra a la derecha con el mismo odio que contra todo lo k. Hace
tiempo que esa cuestión me trae harta y sobre todo decepcionada (una vez más)
de la izquierda.
Desde muchos sectores pareciera que se busca con
desesperación algún muerto, alguna policía represiva (si es de provincia K
mejor, porque si es la de Macri, zafa, aún para la “izquierda”), para poder
pegar con contundencia, no ya al Gobierno sino, como vienen haciéndolo desde
hace tiempo, a “los intelectuales K, periodistas militantes” u otra calamidad
de reciente factura.
Como para darle la razón a quienes sostienen que la
principal batalla que se da en estos tiempos es la cultural, es que vienen los
sectores de izquierda machacando con “qué van a decir ahora los intelectuales
K” en cuanto sucede algo que les dá alimento (represión policial, gatillo
fácil, muerto por un rayo). En realidad sería interesante que cuando desde esos
espacios se “descubren” los casos que –según ellos- hacen del gobierno de CFK
un gobierno de derecha, le peguen (previo brindis) al mismísimo gobierno y no
se devanen tanto pensando en qué dirán los “militantes virtuales del
kirchnerismo”.
Porque en este caso se les nota la hilacha, porque dejan al
descubierto el verdadero rencor eterno que abrigan los sectores políticos que
se dicen de izquierda, que pretenden representar los intereses del “pueblo” y que
el peronismo en sus variadas presentaciones, ha dejado colgados del pincel.
Cuando no se colgaron por sus propios medios.
El gobierno de CFK no es de izquierda, esto es una obviedad
y difícilmente quienes desde la intelectualidad se sitúan en su misma vereda
así lo crean. Es un gobierno peronista y como tal contiene a sus
contradicciones. Hay mucha derecha gobernando en la actualidad, basta mirar las
provincias; en Buenos Aires, sin irnos lejos, hay una verdadera tensión entre
el vice Mariotto y el gobernador Scioli…
Vale preguntarse entonces si no hay suficiente enemigo de
las izquierdas en el poder, como para destilar todo el veneno en los
intelectuales que apoyan, en más o en menos al gobierno (léase Carta Abierta,
Argumentos, sectores del Cooperativismo). Por lo demás, cuánto de inconducente
tiene esta dirección de la batalla. En criollo, qué “al cuete”, porque no generan
sino el abroquelamiento de quienes no creen que el enemigo actual de los
sectores populares sea el gobierno, aún con las deudas…
Toda esta monserga viene a cuento porque aparentemente
existe la idea en algunos intelectuales capos (o sea los de la izquierda) de
que el de CFK no es un gobierno nacional ni popular ni nada y que además ha
hecho un giro a la derecha indisimulable. Ejemplito: “El
gobierno nacional y popular tiene ahora, para empezar, y entre muchos otros, un
problema “semántico”: ¿puede ser “nacional” un gobierno que resigna su
soberanía nada menos que para dictar leyes, sometiéndose a las presiones de un
organismo económico internacional como el GAFI, comandado a control remoto por
el Imperio? ¿puede ser “popular” un gobierno que propone leyes
“antiterroristas” que, en manos de jueces conservadores o simplemente
desaprensivos, podría castigar con severas penas de cárcel a unos obreros que
ocupen una fábrica, unos campesinos que protesten por la contaminación de la
minería a cielo abierto, unos maestros que instalen “carpas blancas” demandando
aumento de salarios? ¿se puede seguir diciendo que un gobierno que hace eso no
“criminaliza” o no “judicializa” la protesta social?” (Eduardo Grüner)
¡¡¡Por fin!!! Qué suerte que existe el GAFI, que
aparentemente es mucho más importante que el FMI, al que Néstor Kirchner le
puso límites, sino, el problemita semántico del kirchnerismo no sería tal.
Aparentemente, desde las izquierdas no se ha aprendido nada. Persisten en
pelear con el enemigo equivocado mientras las derechas miran riendo a
carcajadas cómo desde el pretendido campo popular se producen las encarnizadas
batallas.
Por último, me parece muy útil resaltar que las críticas más
inteligentes contra la minería a cielo abierto (perdón Pino por el robo de
slogan), a favor del aborto no punible, en contra de la ley antiterrorista, las
leí/escuché desde el interior del pankirchnerismo. Gran dilema para el amigo
del problemita semántico y para los amigos del campo “popular” anti K.
Y gran dilema para quienes pretendemos seguir haciendo una
tarea crítica de todo gobierno, porque caminamos, como nunca ocurrió desde la
primavera alfonsinista para acá, sobre el filo de la navaja. Con tanto pensador
de izquierda antipopular dando vueltas, hay riesgos que son algo más que
semánticos, de quedar en off side (u orsái) respecto de los intereses de los
más vulnerados.
En todo caso, coincido con otras reflexiones del sociólogo
Grüner, cuyas palabras sin duda tienen más peso que las de la “periodista y
punto”: “Hoy basta ser más o menos
“keynesiano”, -dice e el académico- más o menos “desarrollista”, más o menos
“heterodoxo”, para, comparado con el neoliberalismo conservador thatcherista,
imaginarse “de izquierda”. Ya no es de izquierda tan sólo el que sospecha que
si bien el neoliberalismo es un síntoma gravísimo, quizá la enfermedad
(¿incurable?) sea el “sociometabolismo del Capital” en su conjunto. También
puede reclamarse “de izquierda” el gobernante que aboga por un capitalismo
“racional”. Es algo del orden de lo que Sartre, para volver a él, llamaría la
mala fe. Y es que a los hombres, como decía Karl Marx –que era de izquierda–
hay que juzgarlos por lo que hacen, antes que por lo que piensan de sí mismos.
Así como Sartre era de izquierda antes de asumirlo “politizadamente”, la
mayoría de la clase obrera y los sectores populares argentinos no incluye en
sus sistemas de identificación simbólico-política la palabra “izquierda”, pero
sí muchas acciones que corresponden al contenido de la palabra. ¿Alguien que se
considera de izquierda debe acompañar esas acciones reivindicativas aunque
ellos no se reconozcan en esa palabra? Claro que sí. Lo debe hacer por razones
éticas. Pero por razones ético-políticas, no puede mentirles fingiendo aceptar
que es “de izquierda” una política que, por ejemplo, se limite a tomar medidas
reparatorias aisladas que, una por una, pueden ser en muchos casos defendibles,
pero que en su totalización (discúlpesenos que nos obcequemos en cierto
sartrismo) se orientan a conservar la lógica básica de la dominación.
Sostenerse en esa tensión, en ese conflicto entre las demandas de lo ético y lo
político, es lo que en otras épocas solía llamarse “pensamiento crítico”[i].
Bueno, tal parece que en muchas oportunidades a los
intelectuales que se dedican más a aprenderse de memoria los enunciados
teóricos de sus maestros europeos que a mirar en derredor suyo, una vez más
puede escapárseles la tortuga[ii]
y que pierdan el equilibrio de tanto y tanto que quieren mantener la tensión.
Daniela Roldán