En los años 90, cuando gobernaba la
derecha, la derecha decía que hablar de izquierdas y derechas era un
anacronismo. Se acuerdan, en fin de la historia y de las ideologías.
En los años 90, mientras cientos de
bolivarenses se quedaban sin trabajo, otros cientos cobraban la mitad del
sueldo, otros cientos nunca fueron registrados y mientras no se construía ni
una casa en el pueblo, la derecha hacía mutis por el foro.
Hubo a fines de los 90, la propuesta de
un apagón en contra del desguace del estado en manos del gobierno de entonces,
de derecha. En Bolívar, comercios raquíticos de clientes ni siquiera amagaron
con apagar las luces, sólo por cinco minutos, para manifestar adhesión a la
medida.
Cuando las agrupaciones de la izquierda
de entonces realizaban marchas o concentraciones de protesta en la esquina de
la municipalidad, los bolivarenses que pasaban por allí los observaban cual si
estuvieran frente a un happening o algo así (vaya a saber uno qué ideas se
cruzaban por la cabecita de aquel bolivarense distraído).
Por esos años locos de gobierno de
derecha (si no tiene buena memoria, si no recuerda cómo eran esos aciagos
momentos, fíjese lo que ocurre hoy en España; a pie de página se le sugieren un
par de sitios confiables y notará la similitud) sucedió que el canal de
televisión local, el Canal 4, en el que trabajaban periodistas, locutores,
operadores técnicos, fue “comprado” por Cablevisión.
El resultadode esa compra en lo inmediato,
fue una caída de la fuente laboral que impactó en muchos de esos empleados y
sus familias. El resultado final, que era el verdadero motivo de esa compra y
de la compra de todos los canales pueblerinos, fue ganar la hegemonía
discursiva y trabajar en la construcción de un sentido común a la carta. Es
decir, que la gente piense lo que el medio quiere que piense; lo que el grupo
multimedio quiere.
En los brillantes años de las “feyaris”,
de las putas caras en la Casa Rosada, del glam a base de animal print y brillos
de cotillón (por decir algo muy bizarro), asesinaron al fotógrafo José Luis
Cabezas. En una cava de Pinamar, su cuerpo torturado y quemado, daba cuenta de
los tiempos difíciles que corrían para quienes pretendían cuestionar al poder
económico (a la derecha). Es que poder económico y poder político eran la misma
cosa, conformaban la misma S.A.
Muchos propietarios de comercios, de
campos, de empresas de servicios, de medios de comunicación, iban adquiriendo
enormes deudas. Algunos ponían en riesgo sus empresas, otros las hacían
subsistir a costa del sacrificio de sus trabajadores, otros cerraban las
persianas sin más culpa y dejaban a cientos de miles de obreros en la calle.
Crecían los remises y los kioscos como hongos.
Hubo una mujer en Bolívar, Remedios
Giles, que protestaba frente a la municipalidad. Sola. Pegaba carteles en el
frente del edificio comunal. Exigía cumplimiento de sus derechos; al trabajo,
sin ir más lejos. Es que en aquellos tiempos locos, el desempleo era la marca
registrada en el país y en Bolívar. Y el empleo no registrado era la vedette.
La mentada “cadena de pagos” que estaba “cortada” era la excusa perfecta para
no pagarle al eslabón más débil de esa cadena. En síntesis, trabajadores mal
pagos y en negro.
Ah, qué tiempos aquellos dirá la derecha,
en los que no había nadie exigiendo a los patrones que dialoguen en paritarias.
“Si no te gusta lo que te pago, no hay problema, hay 2000 tipos detrás
esperando por este puesto”, decían los empresarios de derecha y esclavizaban
gente a su antojo.
Los maestros de Suteba protestaban en los
90´s. Marcha federal, carpa blanca, paros a los que sólo adherían los maestros
de Suteba (¿si el aumento, en caso de lograrlo, lo cobraban hasta los que no
paraban? Sí, claro). Los alumnos, muchos de ellos, se desmayaban en el aula
como consecuencia de la inanición. Los gremios que no eran el Suteba practicaban
su mutis.
La Federación Agraria, en los complicados
años 90´s, participaba junto a las organizaciones sociales de una cosa muy loca
llamada FRENAPO. Que era ni más ni menos que el Frente Nacional contra la
Pobreza. Es que eran pobres, los productores de la FA. Vaya si lo eran en los
aciagos 90´s, que muchos de ellos vieron flamear el “sucio trapo rojo” (el de
remate, claro) en las tranqueras, unos años después.
El Parque Industrial de Bolívar era una
entelequia. La construcción de viviendas sociales era un concepto en desuso.
Hablando de conceptos en desuso: paritarias, trabajo registrado, derechos
laborales, convenios colectivos. Conceptos en boga en aquellos locos locos
años: desregulación (de todo), flexibilización laboral, ajuste, recorte del
gasto público, despidos y luego, subiendo en el top five, corralito.
El armado de esta nota, hasta este punto, pudo prescindir de arduas
búsquedas en archivos, porque todo está guardado en la memoria. Por eso, para
los memoriosos, será gran una redundancia.
Y también por eso, leer este textito más
austero que Francisco, es tarea para el hogar para aquellos que tienen fiaca,
para los haraganes intelectuales, para los desaprensivos de siempre, que un
buen día se encuentran sumando su cuerpito a una concentración de derechas,
creyendo, de descuidados nomás que son, que los intereses de las derechas los
incluyen.
Mucho más trabajoso sería tener que
reflexionar acerca de la construcción de sentido que se hace en los medios de
comunicación, acerca de cómo se interpela el sentido común desde las usinas de
propaganda de derechas, cómo los utilizan a esos desaprensivos de siempre, que
terminan repitiendo lo que los dueños de todo quieren que repitan.
La duda que flota, tras ese simple
ejercicio de memoria es ¿cómo es posible que cuando Bolívar se caía a pedazos
como el resto del país, cuando no se construía ni una vivienda, ni se hacían
cloacas en los barrios, ni se invertía en infraestructura, los que protestaban
eran una decena y ahora lo hacen unos
300?
Admitamos que no es un gran número este
último, pero en términos proporcionales a la población y sobre todo a la escasa
tradición movilizadora de este pueblo, es digno al menos de una mirada.
No obstante ese número, la derecha local
sigue sin sumar muchas más voluntades que en las últimas elecciones, eso es
visible. Y hay que tener en cuenta que la mayoría de los manifestantes del jueves,
vive en las cuadrículas de 16 x 16 o en los campos, desde donde tardan menos en
llegar al mástil de lo que invierte un trabajador que se moviliza en bici desde
Pompeya.
La derecha local es bochinchera, lo
demostró en 2008, cuando el discurso del mito fundante caló en los sectores
populares desprevenidos. Luego, al andar del carro los melones se acomodaron
solos y la base social que sustentó a las patronales volvió a ser la que era.
Ahora, las derechas avanzan una vez más,
en América latina y en Europa. Acá, intentan poner en jaque a los gobiernos
populares (diz que populistas). En Venezuela matan a chavistas, pero como los
medios más poderosos están (igual que acá) en manos de la derecha, culpan de
esas muertes a los chavistas.
“La derecha cree que el poder le
pertenece. Cuando salen electoralmente de los palacios de gobierno, suelen
desconocer las elecciones. Primo de Rivera, Franco, Pinochet, Salazar, Videla,
Carmona… Desde que desapareció la URSS, la derecha del fin de la historia creyó
que ya no tenía adversarios. Chávez les descuadró las cuentas. Por eso
aplicaron en Venezuela todas las tretas. Pero el proceso bolivariano las
derrotó todas, incluido el golpe tradicional. Tuvieron que ponerse la máscara
de demócratas” (Juan Carlos Monedero www.comiendotierra.es).
En el mismo sentido, el diputado por el
Frente Nuevo Encuentro, Juan Carlos Junio, escribió: “En su plan de acoso y
desestabilización para frenar el avance de nuestros gobiernos populares,
intentan ganar las calles con cacerolas, campañas de miedo, desabastecimiento,
aumentos desmesurados de precios, operaciones mediáticas escandalosas y otras
formas, para generar desconcierto en la población”.
Agrega el legislador: “Todo este combo
forma parte de una estrategia que también es la de siempre. Se trata de acosar
a las democracias americanas que ya no aceptan el orden político y social que
dictan el Imperio y las burguesías locales, intentando lograr consenso social
para derrotarlo. Si esa táctica no tiene éxito, se activa la conspirativa,
ahora con métodos más sofisticados que tienen como ariete principal a los
grandes medios de comunicación, mutados a medios de dominación política y
cultural”.
Las imágenes de las cacerolas atentando
contra las puertas del Congreso de la Nación son un símbolo; las consignas
contra Chavez, en una protesta bolivarense, también. La intención, a veces
lograda, de que el sujeto de a pie respalde al Poder Judicial también es un
símbolo del accionar de la derecha. Solo es cuestión de saber mirar y de querer
entender, sin fiaca, que corren tiempos en los que más vale estar espabilado,
como lo está gran parte del pueblo argentino, a quedar jugando en off side en
el partido de la derecha.
Daniela Roldán