jueves, 26 de julio de 2012

El miedo manda


Escribe Raúl Zaffaroni en La cuestión criminal (Planeta, 2011), libro con ilustraciones de Rep, que “el universo de homicidios dolosos de un país del cono sur no es muy grande. Escribamos en una planilla una docena de preguntas elementales; 1) Lugar; 2) hora; 3) circunstancias; 4) relación entre la víctima y victimarios; 5)medio usado; 6)datos personales de la víctima (edad, estado civil, profesión, instrucción, domicilio, etc.); 7) del victimario; 8) informe socio ambiental (en todos los expedientes se hace); 9) motivo presunto; 10) presencia de tóxicos; 11) circunstancias en que se conoció el hecho; 12) hallazgo del cadáver.”
Dice el abogado, docente universitario y ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,  que si pudiéramos responder a esas preguntas en todos los homicidios y luego se trabajara en función de los datos obtenidos, se podrían responder otras inquietudes igual de interesantes: “¿Cuáles son los homicidios más frecuentes? ¿Por violencia familiar, celos, disputas entre borrachos, grescas entre bandas, robo, secuestro, etc.? ¿Qué perfiles tenemos de víctima? ¿Quiénes están en mayor riesgo? ¿En qué circunstancias aumentan los riesgos de victimización? ¿En qué segmentos sociales predominan unos y otros riesgos? ¿Qué perfil de victimario tenemos? ¿A qué franja etaria corresponden según los diferentes tipos de homicidios? ¿Qué signos de riesgos previos existen? “
 “Además –agrega- si hiciéramos esto durante cuatro o cinco años, veríamos cómo varía la dinámica del homicidio en el país, cuáles aumentan, cuáles bajan, cuáles se mantienen”- Dice Zaffaroni que es bastante sencillo y elemental, pero “nadie lo ha hecho”.
Si, como dice el juez, nadie lo ha hecho, la pregunta es que cómo se las ingenian los funcionarios vinculados a la cuestión de la (in) seguridad para abordar tamaña cuestión sin un diagnóstico adecuado que debería partir de la obtención y el análisis de los hechos.
Y la otra pregunta válida es por qué la gente común, el ciudadano de a pie sin conocer estadísticas o casuística le permita asegurar que los delitos se han incrementado, se “siente” inseguro en una ciudad como Bolívar (según un muestro realizado en el diario La Mañana versión web, un 71% dijo “sentirse” inseguro en la ciudad).
Si bien el magistrado se pregunta acerca de los homicidios,  el mismo interrogante vale respecto de todo tipo de delitos. Zaffaroni habla de “cadáveres adelantados”, pero es evidente que el desconocimiento y la falta de un diagnóstico serio a partir de respuestas a preguntas relativamente sencillas, podría ser común a otras actividades delictivas.
También en el mismo libro, el juez plantea el concepto de la criminología mediática como esa construcción de la cuestión criminal que las personas terminan por asimilar como propia pero que constituye una visión de los medios.
“¿Pero por qué las personas lo aceptan o están indefensas frente a esa construcción de la realidad? La disposición a aceptarlo obedece a que de ese modo se baja el nivel de angustia que genera la violencia difusa (...) cuando la angustia es muy pesada, mediante la criminología mediática se la convierte en miedo a una única fuente humana”, se pregunta y se responde Zaffaroni.
Esa criminología mediática, siempre “apela a una creación de la realidad, a través de  información, sub información y desinformación en convergencia con prejuicios y creencias, basada en una etiología criminal simplista asentada en causalidad mágica”.
La criminología mediática “crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a una masa de criminales identificada a través de estereotipos, que configuran un ellos separado del resto de la sociedad por ser un conjunto de diferentes y malos”.
La construcción de estos ellos, sostiene Zaffaroni, se da por semejanzas, para lo cual “la televisión es el medio ideal, pues juega con imágenes, mostrando a algunos de los pocos estereotipados que delinquen y de inmediato a los que no delinquieron o que sólo incurren en infracciones menores, pero son parecidos”.
Raúl Eugenio Zaffaroni publicó originalmente los artículos que componen La cuestión criminal, en Página 12, con ilustraciones de Miguel Rep. A lo largo de las 357 páginas del libro en el que se convirtieron esos artículos, el magistrado intenta acercar la criminología a los legos, a la gente del común. Avanza en ese propósito a través de conceptualizaciones de “la criminología mediática y la víctima-héroe, la criminología mediática y los políticos, el aparato canalizador de la venganza, etc.”
El intento es complejo porque una de las batallas que sostiene el autor es contra las construcciones mediáticas del crimen. Trata de llegar a las personas en general, a las que no son criminalistas, ni policías, ni políticos, ni jueces y sus derivados, para deconstruir ese sentido.
La competencia que tiene por delante Zaffaroni se parece a la carrera de la tortuga y la liebre. La emprende a puro argumento, dato histórico, estadísticas y perspectivas teóricas académicas para que se desplomen los circuitos del sentido común, de ese sentido común que ha llevado y lleva a la naturalización de horrores sociales como la estigmatización de franjas sociales, la exigencia de mano dura como la salida a las situaciones de inseguridad, el ensalzamiento del poder punitivo, etc.
A la par, hasta en la isla Bolívar, hacen marchas contra la inseguridad y encuestas sobre la (in) seguridad. Entre paréntesis: una de las consignas levantadas por las treinta o cuarenta personas que hace un mes protestaban por la inseguridad, en Bolívar fue: “Bolívar, capital de la corrupción. Donde todo se sabe pero por complicidad se calla. Bolívar mejora… ¿en qué?”.  Entender las causalidades políticas de ese mensaje es otro tema, pero toma cauce de la mano del miedo que fácilmente se instala en la sociedad con la complicidad de la construcción mediática. En síntesis sería: juntamos tu miedo y mi interés y armamos una marchita, generamos malestar social. Si esto no fuera la isla, capaz que tendrían éxito las conjunciones de los miedos de unos con los intereses de otros. Pero no. Cierro el paréntesis.
Dijo Zaffaroni en el programa Marca de Radio (Radio La Red) el pasado sábado: "El miedo al delito callejero es una construcción social de la realidad y los medios son parte fundamental en esa construcción". Se puede agregar: que levante la mano quien no haya escuchado en la tortuosa espera de un turno para lo que sea, la expresión “te matan por un par de zapatillas” o un absurdo similar, en esta ciudad donde no pasa ni el tiempo.
"En casi todas las ciudades los homicidios se concentran en una zona de barrios precarios, en el resto de la ciudad los índices se parecen a los de Suiza", dice el magistrado que maneja algunos números.
Las preguntas clave son a quién o quienes favorece azuzar esta suerte de clima inseguro y cuáles son los datos, las estadísticas indispensables respecto de los índices reales de delitos que manejan las autoridades locales, como para ir desentramando, deconstruyendo, comprendiendo.
Se sabe que, manejar las voluntades a partir del miedo, gobernar desde el miedo, tiene su razón de ser, su explicación. No es un artilugio novedoso. Desarticular la trama de los intereses que hay detrás de ese discurso es el reto para las sociedades que se pretenden democráticas, integradas por sujetos con pensamiento autónomo, es decir, por hombres y mujeres libres.
Daniela Roldán