martes, 21 de febrero de 2012

Charla con el flaco Nicolás Holgado


Nicolás Holgado, más conocido como "el flaco", es uno de los músicos bolivarenses que como la mayoría, se fue de la ciudad para seguir con sus estudios superiores de música (vive en Olavarría). También es, como otros, de los que vuelven siempre para tocar allí donde la buena onda de algún bolichero lo permita. Nico está tocando en tres agrupaciones, con propuestas diferentes cada una. De esto, de sus ganas de hacer conocer lo suyo (y lo de sus bandas) en la ciudad, dialogamos con el guitarrista de 23 años.
¿Tocás en tres bandas? ¿Cómo es eso?
-Actualmente estoy tocando en tres bandas, todas en Olavarría, y todas con músicos de la zona. Iyoston es la más antigua, con amigos de siempre, que salió de juntarnos a tocar todos los días en casa, juntarnos a zapar. Tiene la fuerza de un power trío, y cuenta con un saxo también que hace arreglos, solos, es muy participativo. Los pibes se tocan todo. Antiguamente empezamos haciendo temitas de típica banda de garage, Redondos, La Renga, Pappo. En un momento nos dimos cuenta que no demandaba mucho esfuerzo y empezamos a componer, y meternos con Spinetta, Divididos, pero también mucho Pappo, las canciones viejas de Pappo Blues, que son 5 o 6 discos tremendos, nos gustan mucho. Pappo era un tremendísimo violero, y una alta influencia.
También estoy en otra banda de rock, con la que nos metemos con Jimi Hendrix, Stevie Ray Vaughan, Spine-tta, Led Zeppelin. La banda se llama "& más" por clara falta de originalidad a la hora de elegir un nombre. Empecé a tocar con esta banda cuando me interesó esa música, todo lo generado en los 60, los 70, que fue tremendo. Tocar temas de Hendrix, Zeppelin me formó mucho, y sí exige, algo más. La otra es La Eskandalo-sa, con la que nos falta tocar en Bolívar, y pueda ser que se nos dé la oportunidad de presentarnos en el próximo Cantabolívar, porque tengo ganas de mostrar esa propuesta en la city, que es muy particular.
Contame de qué va la propuesta de La Eskandalosa…
- Es una banda de ska, reggae, dub, es una propuesta que busca transmitir buenas energías, con canciones que permiten bailar... Está bueno, nunca había tocado en una banda así, y aprendí a encontrarle la onda, a que me llegue el groove de una música fiestera por decirlo de alguna manera, que nunca había experimentado. Aparte los chicos son muy buenos músicos, y nos entendemos rápido, porque la mayor parte del tiempo estamos zapando, improvisando matices, texturas, melodías en los solos. Este detalle es el que hace que haya un acercamiento al jazz... también por el repertorio, ya que suelen aparecer temas de John Coltrane, Miles Davis.
Estás en una búsqueda, eso se nota. ¿Cómo definirías tal cosa?
-No he pensado cuál es mi búsqueda artística, espero seguir tocando, progresar, tener bandas que suenen bien me reconforta muchísimo, y tocar en vivo seguido, es lo más. Me gustaría obviamente poder sacar algo de alguna banda, tener futuro, "llegar" y estoy haciendo para tratar de lograr eso. Es lo único que me gusta hacer, lo único que hago también (risas, que el lenguaje sms sería jeje).
Rockero, pero no sólo eso
¿Te pondrías la camiseta de rockero?
-La música que más me gusta hacer, que más me llega, que más me mueve es el rock, sí. Me gustan la distorsión, los solos filosos, la bata fuerte y el bajo bien pegado al bombo. Y sí, soy medio "Pomelo". El blues es de las cosas que más me gusta, me superan esos tres acordes, podés meter muchas cosas en tres acordes, es lo mejor que hay para juntarse a zapar, a "tirarse unas vuel-titas" para mi modo de ver. Pero disfruto de mucha música en general, cuando nos juntamos a tocar salen bossas, baladitas. Todo lo que suena bien, lo que está bien hecho es reconfortante. Me gustaría poder hacer sonar bien algún día también una banda con un formato mas tranqui, pero con más arreglos, más compleja. Me gustaría saber tocar jazz. Lo disfruto.
Todos tenemos faros, los músicos los tienen. Para Nico Holgado, uno que suena y suena, va y vuelve en toda la nota, es el Flaco, Luis Alberto Spinetta.
Tus artistas referentes, esos que hacen de faro…
-Mis artistas referentes son Pappo, Spinetta, Hendrix, Vaughan. En realidad empecé a tocar la guitarra para sacarme los solos de Skay, Skay fue mi primer ídolo. Admiro mucho a John Bonham, que es el batero de Zepp. Me gusta mucho la bata, es mi segundo instrumento, me gustan mucho los buenos bateros. Siento que transmiten el groove con todo el cuerpo.
Escucho de todo, más ahora que antes tal vez. Escucho mucho Spinetta, me gusta mucho el funk también, el bajo slapeado me llena, el golpe seco al tacho. Bandas como O`Funk`illo, monstruos como Marcus Miller. Para relajar me gusta el jazz, últimamente le estoy dando a pleno a escuchar Ella Fitzgerald. Y después bueno, en casa hay discos desde Pink Floyd, hasta Mercedes Sosa. Admiro mucho a Joaquín Sabina… Y bueno, todo lo que está bien hecho merece respeto. Me han gustado cumbias, bossas, tangos, milongas, canciones de trash o no sé bien cómo son las divisiones esas del metal más extremo tipo Canibal Corpse.
Bolívar, la ciudadita esquiva a la que siempre se quiere volver
A Nico le va bien en lo que hace, está aprendiendo cada día, arma bandas que suenan bien, va para adelante. Cuando puede, viene a Bolívar con sus grupos (con Iyoston tocó en un par de oportunidades, la más reciente en enero, en La Roca pub, con & Más, idem).
¿Qué pasa con esta ciudad, el rock, los músicos, los lugares?
-Bolívar es muy particular, muchas veces te toca renegarte con la city. Como en muchas partes, no hay muchos lugares para tocar. La gente que le gusta la movida está, existe, pero no sale porque no se le ofrece nada, y suele ocurrir que cuando se le ofrece no aparecen. No está acostumbrada la gente acá.
En Olavarría hay bares que no funcionan si no hay una banda, por eso tenés propuestas sí o sí, todos los fines de semana, viernes, sábado y domingo, y a veces varias opciones. Eso es una cadena, un ida y vuelta, exige buenos shows, buenos músicos, buenas bandas, y las hay, así que la gente se copa, responde, y hace que motive hacer música. No pasa mucho eso acá. Pero pueda ser que de a poco vaya cambiando. Algo ha mejorado, hay bandas locales haciendo temas propios, bandas que suenan bien, que tienen buenas influencias, hay mejor comunicación entre los músicos, más afinidades y mentes un poco más abiertas que antes.
Me gustaría que se instale mucho más la cultura artística, en todos los aspectos. Siempre que puedo saco fechas, pero está complicado. Hay un bar, La Roca, que debe ser uno de los que mejor predisposición tiene, se nota que apoya de alguna manera la movida porque da el espacio sin demasiadas vueltas. Pero bueno, es natural también que hasta ahí nomás... porque en Bolívar, eso no garpa... y si no te funciona el negocio no podés ser bueno todo el tiempo.
¿Qué hay en tu carpeta, en lo inmediato, además de seguir tocando con las bandas?
-Lo próximo que quiero hacer es tocar con La Eskandalosa en Bolívar, tengo que encontrar un buen lugar para tocar. Si nos toca estar en el Cantabolívar estaría bueno aprovechar la oportunidad de que todos estén en la ciudad, para tocar en otro lado, donde tocar más de 6 o 7 canciones que es lo que más o menos se puede hacer en un festival. Me gustaría que la gente se cope con la propuesta eskandalosa, es algo que no se ve en Bolívar ni a patadas.
Hecho, Nico invitó.

Los muchachos eskandalosos
Benjamín Rampoldi, de Olavarría (teclados) Javier Gomez, de Azul (bajo) Bernardo Lupo, de Azul (batería) Ruth Angeleti y Nicolás Burgart, de Olavarría (saxos altos) Fabricio Marino, de Henderson (saxo tenor), Facundo Maddio, de Azul (trompeta) y Nicolás Holgado (guitarra), hacen La Eskandalosa.
Han tocado en Azul y Olavarría varias veces: "se consiguen muchas fechas, fuimos a tocar a Ensenada y a Claromecó. Incluso hemos tocado sin aviso en la calle, y está bueno, porque la gente que anda ´yirando´ con sus cosas se lleva un poco de música", dice el guitarrista.
Daniela Roldán

domingo, 19 de febrero de 2012

El Chino le escribe al Flaco


Pies de atril
Vota por Riquelme y sus privilegios: Chino Castro

Tu sonrisa suena por el aire/como el niño que se muere/o la alegría de un tambor.
Miguel Abuelo

Escribo esto en estado de emoción violenta. No conozco la pulsión del asesino, no sé qué siente un tipo que va a matar, pero el dolor que se me amotina en el pecho en este instante en que escribo esto, cuando falta poco para tener que irme hacia la radio, ese paraíso en que elegí vivir, me resulta suficiente para saber que escribo esto en estado de emoción violenta. Hace una semana se fue Luis Alberto Spinetta. El Flaco, el tipo más parecido a Dios que hubo en la Tierra. Creas o no creas en Dios o en lo que sea. Seas jodido/a o bueno/a. Luis fue lo más parecido a la justicia, fue la banda de sonido de la justicia, la ética artística de la humanidad.
Yo siento rabia. Sigo enojado con la vida, siete días después. Siento que el dolor es una hornalla perenne, como un medallón de fuego que permanecerá encendido para siempre. Una ornalla sin hache, más candente que la que sirve para calentar el agua del café. Saber que quedará su música, creéme que no me alcanza ni para entretener a esa muela de juicio que no me nació, pero que ahora mismo me pudre la sonrisa del alma.

He leído/escuchado muchas cosas en todos estos días tristes, algunas bellísimas, como huesos que gimen entre la borra del último invierno. Sobre todo el suple Radar, de Página, hermoso fresco sobre lo que fue Luis. Y no iba a escribir nada, salvo el poema que publiqué en el blog de Dani y en el face de “Fuga”. Pero ahora cambié de idea. Fue después de escuchar esta tarde de miércoles, en lo de mi amigo Diego y casi que desde la nada, las cosas que expresó un herido Mario Pergolini en su nueva radio, Vorterix. Ahí dije sí, vuelco algo sobre el papel. Necesito hacerlo, y ya. Aunque no escriba, vuelco sobre el papel, como el pintor que lanza la mancha de color sobre la tela. Te aviso, por si querés largar esta nota acá, después no digas que no canté. Pergolini dijo cosas lindas, pero que hable él, me movió la estantería. Me hizo acordar a cuando era pibe y descubrí a Mario boconeando desde la torre de chapa de color rojizo en la primera “La tv ataca”, que iba de lunes a viernes por América TV (¡América TV!), de 20 a 21 (en realidad, a Mario lo conocía de antes, de cuando irrumpió en VCC, otra antigüedad, con “Videolínea”). Que hable él, para mí representa mucho, aunque no sepa bien por qué. Pergolini hablando de Spinetta, es demasiado como para quedarme quieto. Iba a irme a dormir la siesta antes de la radio, pero ahora ya no puedo llegar hasta mi cama.
Y la verdad que no tengo mucho para decir. Tendría bastante, pero ya fue dicho por otros, y tal vez mejor de lo que yo podría. Diré así, revoleadas como trompada de borrachín, sólo un par de cosas. Reflexiones que apunté días atrás en la memoria del celu, por si las moscas, por si me inundaba la necesidad de usarlas y la cosa se tornaba de vida o muerte. Y creéme que sí, que esta tarde rara agarró para ese wing:

-Spinetta fue Spinetta por su voraz creatividad, porque nació con una luz empotrada en su pecho angosto. Pero también, porque jamás firmó un empate, artísticamente hablando. Fue siempre a fondo, nunca especuló ni regateó nada. La belleza fue su religión. Cuando en 1997 publicó “Spinetta y Los Socios del Desierto”, su monumental disco doble en plan power trío, debió vencer a la compañía, que quería lanzar las placas por separado. Luis se plantó, con la convicción de un gladiador: “o lo editan doble, o nada. En todo caso mis hijos se llenarán del plata algún día con un inédito mío”, les revoleó por la cara a los jerarcas disqueros. Finalmente, publicaron el doble. Una vez más, Luis no firmó el empate. Firmar el empate hubiera significado para él envilecerse. Bilardizarse, por decirlo así. Otro quizá lo hubiese hecho, total, editar ese material igual lo editaban.

-una vez, Aliverti rescató una cita de Ardizzone, cuando el gran Osvaldo habló de la dignidad invicta de Carlos Monzón. Yo hablaría hoy de la dignidad invicta de Luis Alberto Spinetta. Seguí su trayectoria, escuchá su música, y vas a ver. Al ver, verás. Porque lo que hay que mantener invicta es la dignidad, no el bolsillo. A veces, mantenés invicta tu dignidad perdiendo, y empatando la perdés. La dignidad es una cuestión espiritual, no económica. Tiene que ver con el alma, no con el bolsillo. Vive en la lucha de la flor que se la banca en el desierto, no agachada en una gris operación bancaria.

Luis se fue, y nos quedará el dolor de no tener que esperar su próximo disco, de no tener que entrar a Internet para ver dónde toca y evaluar si ir otra vez a ese ‘retiro espiritual’ que nos proponían sus canciones y su manera de hacerles el amor en el escenario. Se fue casi en silencio, de no ser por el hijo de mil putas de Fontevecchia que lo escrachó en Caras, ya muy enfermo. Se marchó lejos de la mediocridad terrestre sobre la que siempre sobrevoló, con la elegancia que fue su alimento y su luz, con esa calma otoñal de duende que conoce la fórmula para hacer llover sobre los que ruedan con sus sueños en carneviva.

Lo vi quince veces en vivo desde febrero de 2001, en Mendoza, hasta fines de 2010, en el Coliseo porteño y con mi amiga Dani. Después de él, no sé qué más ver. Igual sé que algo va a aparecer, no soy un nene boludo. Alguien lamerá algo de la magia que su último vuelo desparramó sobre el piso, y sabrá qué hacer con esa leche santa. Y así él volverá a estar, escondido en otra canción. Por eso fue tan grande, si no, su legado dorado no sería más que pochoclo en el programa de Tinelli.  

Conocí la música de Spinetta en febrero de 1995, hace diecisiete abriles. Digo abriles y no años, porque su arte me huele a abril, tiene color de abril, textura y encanto de abril. Entré por “Pelusón Of Milk”, el disco que trae “Seguir viviendo sin tu amor”, el único hit de su carrera además de “Muchacha”. Sin embargo, el tema que me prendó fue “Cielo de ti”. Desde aquélla iluminación, mi vida no fue la misma. Franquear esa puerta que parece inhóspita e ingresar al Código Luis, me cambió para siempre. Y no exagero: en su obra hallé un refugio, una isla para mí.
Es que nadie nos salvará, pero el Flaco parecía que sí.

No quiero hacer más ruido, a Luis no le hubiera gustado tanta bambolla como la que ha sonado en estos días raros, estas tarde huérfanas. Ahora tendremos que seguir viviendo sin su amor, ya lo sabemos. Ahora sí que es el final de la pureza. Me quedo con el recuerdo de que en 1991, Spinetta compuso “Pelusón Of Milk” para esperar a Vera, su hija menor, que nacería ese año en su propia casa. El tema 14 de ese disco luminosamente básico que grabó casi en soledad es “Pies de atril”. Y aún quedan mil muros en Berlín/desnúdate por ahora/hasta que salga el mar, le canta a su pequeña, que estaba floreciendo. Vive por mí/que yo partiré alguna vez/desde mis pies de atril, le pide finalmente a su retoño, todo ternura. Vivamos por él, ahora que acaba de partir desde sus pies de atril. Sigamos con él, aunque la luna gima mariposas, y no lo despidamos, que a un hombre alado no se lo despide.

Los ángeles no envejecen, por eso te fuiste temprano, querido Luis.

Yo me voy para la radio, mientras la tarde se oculta en un pañuelo. Por suerte el cielo está gris. Parece frágil y conmovido, y por unos siglos debería estar así.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Nota del Chino Castro


Los instantáneos vienen marchando
Añora el Huracán de Cappa: Chino Castro

Hay una nueva categoría político-social en Bolívar: los radicales instantáneos. Esos tipos/tipas que se hicieron radicales de repente para odiar a Balibú. Simonerrequistas, más que radicales, casi que mitómanos: se han repetido tantas veces a sí mismos en estos meses de negrura que Bucca es un usurpador del municipio, que acabaron por creerlo. Y lo salieron a repartir, como quien reparte pan. La municipalidad es de ellos, este pibe es un ocupa. Pero no va a durar mucho, dicen los instantáneos. Precisamente, he a continuación un elemental catálogo para identificarlos:

-un radical -insisto, un simonerrequista- instantáneo es el tipo que te dice, a lo caballo (o solapadamente, los más sutiles, que la sutileza no es potestad del peronismo) y hasta con la alegría de un hincha de Boca que aguarda el superclásico: “este no termina, en dos años se va”. Y en realidad, lo que desean es que se vaya, pero mucho mejor si se va derrocado por ellos, los salvadores del terruño que vienen a correr al invasor peronista, así como en el ´55 la Revolución Fusiladora tumbó a Perón, al que después motejaron “el tirano prófugo”. Los instantáneos no quieren privarse del manjar de echar a Balibú. Sueñan en secreto con una pueblada que lo saque del culo y lo tire a la fuente vacía de la plaza donde cuando éramos pibes íbamos a entrenar nuestra inocencia mirando pececitos (no Pescecitos) de colores. Se erotizan imaginando una movilización popular que tome la municipalidad y ponga las cosas en su sitio, algo así como lo que ocurrió con el caso Crepa pero elevado al cubo. Que en vez de cien crotos como los que fueron a pedir clemencia para el bueno de Crepa, florezcan diez mil justicieros bramando por la liberación del pueblo, dispuestos a colocarse el traje de héroes (con este calor y de capucha y capa, mamadera) para salvar a toda la población y casi que a la Humanidad, pero sobre todo a las futuras generaciones, del hereje peronista. Encima ‘Bali’ no les da batalla en el campo dialéctico, no les ofrece la otra mejilla pero más o menos. Así los obliga a comerse su propio vómito verdoso, no les brinda ocasión de escupirle la cara. Algo similar a lo que hacía Simón, pero Simón, aún cuando no se prendía jamás en el in-fighting verbal, siempre parecía enojado, más que indiferente. ‘Bali’ no. ‘Bali’ tiene esa cara de buena onda en la línea de los pastores brasileños que asolan la tele cada madrugada (¿Gasparini los mirará?), al punto que a menudo exaspera a las huestes propias, que le reclaman en voz baja o a los gritos más fuego, más pelea corta, más kirchnerismo. El caso es que los radicales instantáneos se quedan, como decía Julio Ruiz en sus clases de Historia en la ya lejana secundaria (y Julio es radical en serio, no es de los instantáneos), ‘con la vaina adentro’. Se tragan la acidez, se limpian un poco la boca y arrancan otra vez a abominar tupido contra el ocupa y a hacer docencia para desasnar incautos, loable labor ciudadana.

-un instantáneo te advierte “y, con todo el gobierno a favor (jamás usan la palabra kirchnerismo, ni siquiera kisnerismo), vamos a ver qué hace”, deseando fervorosamente que no haga un carajo. Y si hace, le van a pegar: “eso lo hubiera hecho cualquiera, este tipo no sirve para nada, con todo a favor y mirá las pavadas que trae, llueve sopa y este salame ataja con un alicate”. Porque los radicales instantáneos en un santiamén adquirieron una profunda conciencia ciudadana, les preocupa el otro, no les alcanza con que las avenidas estén bien iluminadas y el parque más biutiful que la película de Iñárritu, ahora miran a Diamante y se angustian por las cloacas. El compadrito de la plaza les sigue sonriendo con la gardenia en el ojal, pero ellos justo están mirando hacia Latino.

-los radicales instantáneos se han descubierto odiadores, cuando esa defectuosa pulsión era privativa de los negros peronistas, ignorantes y vividores que no trabajan porque total el peronismo les da todo, y encima detestan al que tiene lo que supo ganarse después de destrozar su alma en el yugo de todo los días. Ahora ellos se hallan en la piel la rugosa superficie del odiador. Igual lo maquillan todo lo que pueden, y de última, el odio de ellos es bronca genuina y sed de justicia, el de los otros no, el de los otros es envidia, resentimiento y fiebre vengativa.

Los instantáneos vienen marchando.
Los instantáneos vienen marchando contra el ocupa que tuvo el tupé (‘el tupé’ es una expresión típica de vieja que luce arañas lumínicas en su living).

-los radicales instantáneos son los que empiezan a encontrar desastres en el hospital. Antes no les importaba un tuétano, de última iban afuera, pero ahora su fina sensibilidad no puede soportar ver parvas de gente en la Guardia. Ni logra tolerar la superpoblación de perros en las calles, algo hay que hacer, che, este demencial paisaje perruno es sinónimo de pobreza y polución, ya pronto vamos a parecer la devastada África y este boludo con esa carita de monaguillo (¡monaguillo, ‘Bali’ cara de monaguillo, iupi iupi!) y todos los pendejos inútiles que metió no hacen una mierda.   

-los instantáneos te baten: “se quejaban de las fábricas de zapatillas, vamos a ver qué trae éste, con todo el viento de cola que agarra”. Ahora son industrialistas.
Claro que la indignación de los instantáneos es razonable: hasta el 10 de diciembre tuvimos un hospital maravilloso en infraestructura y atención, todos los servicios en todos los barrios y localidades, un Bolívar fuertemente industrializado y ni un enjuto can en nuestras relucientes calles, pero resulta que en menos de dos meses el hereje peroncho disfrazado de nenito bondadoso vino a hacer mierda todo. Y seguro que a los perros y a los pobres infelices que montan guardia en la Guardia los trajo de Fuerte Apache, de donde va a traer bolsones de turbas a radicarse en nuestra tranquila Bolívar, y a las mentadas casas capaz que ni las hace. Siempre se dijo que destruir es más fácil que construir, todo este guiso envenenado de aniquilamiento vuelve a revelarlo con meridiana claridad. Ahora lo único que falta es que haga re teta el Cine… 

-de corrupción casi no hablan, los instantáneos. Ya recuerdan muy poco de la época de Reina, cuando eran independientes, y encima después pasaron algunas cositas. Si la bandera se ha vuelto gris y el sol tiene jeta de empachado, más vale ni desplegarla.

-consideran que radicalismo y simonerrequismo son sinónimos; más, se sienten los dueños del radicalismo por haber gobernado dieciséis años Bolívar, como si eso les otorgara un derecho extra cuasi celestial, una suerte de plus. El partido y sus corrientes internas no simonerrequistas deben arremangarse e ir adonde están ellos, nada de partir diferencias, qué se piensan esos fracasados que ahora se prueban el traje de supermanes, viejos carcamanes.

Vienen marchando, los instantáneos.

-sí tienen algo bueno, los súbitos: son líricos, no resultadistas. Si fuesen resultadistas no blandirían con tantas ínfulas al candidato que perdió dos “partidos” al toque, uno por goleada y el otro raspando. El resultadismo es implacable con el error, si perdés dos partidos seguidos te tira al tacho y trae a otro. Es decir que entre el exquisito Huracán de Cappa y el infalible Boca de Falcioni, seguro que los simonerrequistas repentinos siempre preferirán a aquel entrañable Globito, un equipo que construyó su leyenda a puro romanticismo y épica. Eso está muy bueno, es un lindo reaseguro para la democracia y las futuras generaciones.

-y por último: los instantáneos berrearán que el periodismo de Bolívar no existe, que debería darnos vergüenza empuñar un micrófono o un teclado, y que a Daniela Roldán y al Chino Castro nos compró ‘Bali’ para hablar bien de él o para no meterle jarabe y a la par denostar al simonerrequismo. O graznarán que somos flores de boludos, porque trabajamos para Balibú y no le sacamos ni medio mango, ni un triste puestito ni un sorong. Pero que no nos vean pasar en un auto, ahí se pudre todo. Salvo que sea un vetusto DKW, en ese caso capaz que creen que el gobierno de la montonera trucha salió a liquidar una última partida estancada en algún mugroso taller del Conurbano, tipo una desgracia de Carcachas para Todos. Y que a Duilio y Gargiulo no se les dé por reaparecer con el bisemanario “Dos” a todo color, porque entonces sí que rrrrrevienta todo, y que vivan la democracia y la crema moka.

¡Ah! Tenés razón, sí, también hay balistas instantáneos. ¿Y?

jueves, 9 de febrero de 2012

Poema del Chino Castro


Almendra y luz
(a Luis Alberto Spinetta, desde la herida de un color)

Tu voz, perdigones de luz
que colorean la noche de los ciegos.

Tu voz de almendra y luz
abre mares en los cielos.

Tu palabra, proteica leche
que alimenta la orfandad del atardecer.

y hay un otoño
que te sembrará en el mar…

Tus silencios, suave plumaje
que arropa al niño acurrucado
en el llanto lento
de los buenos.

Tu voz de almendra y luz
abre cielos en los llantos.

Y te irás, Luis,
antes de que amanezca
para no agitar a las alas del día,
en busca de los niños que escriben en el cielo
mientras esperan el fulgor de tu llovizna.

Y te irás, Luz…

Chino Castro, febrero 2012

domingo, 5 de febrero de 2012


Miré un rato 678 y el par de minutos que estuve frente a la pantalla me alcanzó para darme cuenta de por qué he optado, en los últimos escritos, por una forma (por no decir estilo, que me parece una exageración) más plana, mucho más rudimentaria que de costumbre, para decir lo mío. Creo que no se puede ir a buscar en lo profundo de las tesis académicas, las respuestas que están en la calle, en la vida diaria, en las personas del común. Ni para la política, ni para la vida misma.
Lo contrario, tratar de explicar las contradicciones de un gobierno, sacarle radiografía a una gestión para descubrir su adn fachista o revolucionaria, me parece cada día más un boludeo que en ámbitos académicos sirve para que los portadores de las verdades del momento copen el campo, pero no mucho más que eso.
Qué tiene que ver el hecho de que haya estado viendo 678? No sé, tal vez que el politólogo Edgardo Mocca dijo algo que movilizó mi espíritu hinchado, cuando comentó un editorial de Pablo Sirven en el que se hacía un farragoso paralelo entre este programa y el viejo 60 Minutos de la época de la dictadura. No vale la pena desgranar el comentario de tal Sirven… Quien no lo vio, que corra a leerlo y que saque sus propias ideas.
Y hablando de propias ideas, qué ganas tengo de escuchar a la gente con poca lectura pero con muchas horas de laburo encima, con cientos de jornadas dependiendo de un patrón, con jornadas y jornadas de trabajo sin un estado que los ampare… Qué ganas tengo de escuchar esas historias… quiero que esos laburantes que saben de conciencia social porque no les queda otra, hablen por sí mismos. Y yo me calle.

sábado, 4 de febrero de 2012

Que tanto filo no nos corte


Que tanto filo no nos corte
Por Ariel Lede

1.
Me sumo a la discusión que propone Daniela sobre “las izquierdas”. Advierto desde ya que no todas mis opiniones son en respuesta a ella, sino insumo para el debate general. Confío en que las sabrá distinguir. El título que abre sus reflexiones anuncia una mirada aguda sobre la complejidad del fenómeno de “las izquierdas argentinas” (así, en plural). Sin embargo, en lo que sigue el plural es abandonado sin previo aviso y “la izquierda” (así, en singular) pasa a ser una cosa homogénea, dignataria de importantes reproches y culpable de algunas decepciones. Observo en esto el mismo déficit que tiene una parte de la izquierda (no toda: y esa es la cuestión) para comprender el fenómeno kirchnerista. ¿A qué se le dice “izquierda”? No existe tal cosa. Hay diversas corrientes de izquierda (o digamos para ubicarnos geográficamente: a la izquierda del kirchnerismo), que tienen muy poco que ver con la descripción que hace Daniela. Es cierto que una parte de la izquierda “no le da la guerra a la derecha con el mismo odio que contra todo lo k” (digamos de paso que también hay una parte del kirchnerismo que se ocupa más de la derecha externa que de la interna, o incluso que pierde el tiempo criticando los errores de una izquierda que supuestamente no representa a nadie), pero también es cierto que otra parte de la izquierda apoyó las retenciones móviles, la ley de medios, el matrimonio igualitario, la estatización de las AFJP, la asignación universal y otras medidas encaradas por el gobierno. Precisamente por eso que decía Grüner en el texto que cita Daniela: “por razones éticas”. También es cierto que una izquierda (o centroizquierda, como quieran) fue la única expresión en el parlamento en contra de la ley antiterrorista. Que una izquierda fue parte durante largos y penosos años de la lucha solitaria de los organismos de derechos humanos, de las organizaciones piqueteras que enfrentaron el neoliberalismo, de cientos y miles de grupos de militancia barrial que hoy batallan contra la pobreza, la policía y los punteros del PJ, de las tomas de colegios secundarios en Capital Federal en 2010 en contra de las políticas macristas. La izquierda que describe Daniela (sin duda muy útil como chivo expiatorio “decepcionante” para justificar posturas personales de muchos descreídos de la posibilidad de transformaciones estructurales) es apenas una parte. Tal vez sea la más visible por su participación electoral y (tímidamente) mediática, pero eso no la convierte en la expresión representativa de “la izquierda”. Hay izquierda en el gobierno, dando una batalla contra la derecha en el gobierno. Hay izquierda fuera del gobierno, construyendo lentamente experiencias de organización popular o reconstruyendo los tejidos sociales que destrozó el neoliberalismo. Hay izquierda en los sindicatos, peleando contra los empresarios (la derecha) a los que el gobierno subsidia. Hay izquierda tonta y vanguardista. Hay izquierda llena de vicios teóricos europeizantes. Hay izquierda en los organismos de derechos humanos, en los movimientos feministas, en el cooperativismo, en las universidades, en las radios comunitarias, etc. Hay izquierda que entiende bien las rupturas y novedades de esta etapa política, aunque no se conforma (pero qué tontera che) con reconocerlas y festejarlas, sino que también busca hacer visibles las continuidades y los retrocesos. Hay izquierdas.
En ese sentido hay izquierdas que, frente a una barrabasada como la ley antiterrorista, cuestionaron a los kirchneristas progresistas (incluso de izquierda, que los hay) que avalaron esta medida. Porque encontramos en muchos de ellos (y no sólo en el caso de esta ley) una actitud que en ocasiones posterga la ética en nombre del pragmatismo. La suspensión estratégica y momentánea de la crítica es plausible cuando una coyuntura lo exige, como fue el caso de los enfrentamientos contra las patronales agrarias, contra los medios hegemónicos, contra el poder retrógrado de la Iglesia, contra el FMI. ¿Pero qué pasa cuando es el gobierno mismo quien tiene una actitud de derecha? ¿Qué pasa cuando una parte no menor de la derecha se acomoda en el partido gobernante y gana importantes posiciones de poder con el título de progresista? ¿Qué pasa cuando los medios afines al gobierno también evitan el tratamiento de ciertas problemáticas sociales? ¿Qué pasa cuando el mayor colectivo de intelectuales que apoya al gobierno no dice nada sobre la ley antiterrorista? (porque no puede decirse, en honor a la verdad, que un breve párrafo perdido en una Carta Abierta de 5905 palabras, 38211 caracteres, 9 hojas de word, sea un reclamo, una denuncia o una actitud crítica). ¿Eso no decepciona? El pensamiento crítico no debe refrenar su capacidad de inquirir. Los procesos políticos se profundizan en la tormenta del conflicto, aceptando el conflicto, no negándolo. El pensamiento crítico no es otra cosa que la antítesis del pensamiento conservador. Y ojo, porque un pensamiento puede ser conservador sin ser de derecha.

2.
Me detengo en la “ley antiterrorista” a modo de ejemplo: desde muchísimos sectores políticos, organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, sindicales, tanto opositores como afines al kirchnerismo, se advirtió al gobierno sobre la peligrosidad de esta ley. Pero éste prefirió avanzar con su mayoría parlamentaria (acompañado por la derecha radical, pejotista y proísta) y prometer -de palabra- que no aplicará la ley para criminalizar la protesta social. Sin embargo eso no es algo que pueda controlar el gobierno, ya que hay muchos jueces (otra derecha) que esperan ansiosos poder calificar de “terroristas” a más de un militante político. Tanto es así que, a pocos días de ser sancionada, se cumplió lo predicho por los críticos: la ley se aplicó en Catamarca para criminalizar la protesta social (lo denunció incluso el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel en una declaración pública). Entonces, ¿no deben excusarse los legisladores, los funcionarios y los intelectuales que avalaron -aunque sea con el silencio- la medida? ¿No debemos exigir -como algo básico- una explicación? ¿No nos dijeron “nunca menos”? ¿Esto no es “menos”? Semejante retroceso no puede encontrarnos silenciosos, con la crítica en stand by. Cada nuevo hecho político debe ser incorporado como insumo para la interpretación del fenómeno general. Y si hay algo que supo y sabe hacer el discurso oficial es utilizar los hechos que más le favorecen, que mejor lo pintan, manteniendo a los otros por fuera del análisis. Por eso algunas izquierdas, ante cada contradicción, buscan interpelar ese discurso sesgado. Nada nuevo. Por lo tanto, lo que queremos decir es que cuando se hable del kirchnerismo, esta medida política también debe ser parte de la lista de medidas del “modelo”. Como también deben serlo el modelo de agronegocios que avala el gobierno, el sistema impositivo regresivo que aún padece la gran mayoría de los argentinos, la extranjerización de los bienes comunes -o recursos naturales-, los varios gobernadores de derecha que también representan al partido gobernante, la negación de la inflación, el persistente camino libre (de liberal) otorgado a los proyectos de megaminería, etc, etc, etc... Esas no son simplemente “unas deudas” o un punto débil del gobierno: son parte del modelo. Y frente a eso, creo yo, las pomposas referencias a lo “nacional y popular” al menos deben ser puestas en cuestión. ¿O no? ¿Es muy descabellado el planteo? ¿Es acaso una pretensión de izquierda infantil, vanguardista, tonta, querer analizar con mayor profundidad el confuso y cada vez más contradictorio conglomerado que gobierna nuestro país? Porque ojo, tampoco debe hacerse una religión de las contradicciones y los grises. Porque ojo, el fantasma de la derecha no sirve para todos los sustos.
Ahora bien, ¿la sanción de la ley habilita a decir que el gobierno ha girado a la derecha? Me parece una conclusión apresurada. Sin embargo, eso no cancela otra caracterización necesaria: que la medida sí es de derecha. Y cuánto. Que sus fundamentos ideológicos son de derecha. Y que, sumada a otros indicadores preocupantes, podría ser un aviso sobre la posible marcha del modelo. Nada más, pero nada menos (nunca menos). Comparto la máxima que cita Daniela: “a los hombres, como decía Karl Marx –que era de izquierda– hay que juzgarlos por lo que hacen” (Grüner). Pero por todo lo que hacen, no por una selección arbitraria. Y en esto radica, me parece, un problema de muchos adherentes al kirchnerismo: su interpretación exageradamente sesgada. Sobra decir que toda interpretación es sesgada (nadie reniega de eso), pero si se extrema provoca (intencionalmente o no) una comprensión incompleta del proceso político. Pongamos por caso lo que decía Daniela: claro que la postura de Kirchner frente al FMI fue un avance formidable, pero eso no elimina el problema con el GAFI. Si lo que hizo el gobierno con el FMI fue asumir una posición de independencia, lo que hizo con el GAFI fue lo contrario. Con esto quiero decir que el repaso de las “cosas buenas” del kirchnerismo a veces conduce a no problematizar las “malas”, a dejarlas en un segundo plano. Es cierto que hay una izquierda miope que hace exactamente lo contrario y no supo ni sabe interpretar las diferencias entre las dos décadas, las características de la nueva etapa, etc. No pertenezco a esa izquierda y no me voy a excusar por ella. ¿Pero es que acaso un proceso político se radicaliza con una actitud conformista? Es cierto que muchas medidas aún no se pueden tomar, que no hay condiciones para determinadas decisiones políticas que implicarían un peligroso enfrentamiento con el poder económico local e internacional (el más grande de los enemigos de cualquier “campo popular” que se precie de tal), pero esas condiciones se crean con la acción militante, con la persistencia, con la insistencia, con el inconformismo. Eso es la política revolucionaria. Lo peligroso del pragmatismo o el posibilismo es que se convierta en otro principismo: porque mantiene los cambios históricos a un ritmo más lento. Siempre está tan presente ese hallazgo de la poesía política que supo gritar el Che: “Seamos realistas, exijamos lo imposible”. O la belleza batalladora de Silvio: “El sueño se hace a mano y sin permiso”.

3.
La discusión entre el “vaso medio lleno” y el “vaso medio vacío” es pueril e inconducente. A la vista está, pasados ya ocho años desde que la política comenzó a pagar algunas deudas con el pueblo, que ese formato de la discusión nos estancó. ¿Tan difícil es abandonar las mezquindades e incorporar todos los elementos posibles a la discusión? El cuerpo 1 de mi boleta ingresó a la urna con la caripela de Cristina, y no tengo ni un drama en decirlo. El gobierno ha sabido posicionarse a la izquierda de todos los gobiernos anteriores: en el terreno de los derechos humanos, de las políticas sociales, de los cambios culturales, de los medios de información, de la seguridad social, de la política laboral, y otros. Eso lo hace, creo yo, el mejor gobierno de la historia argentina. Pero tal conclusión no debe velar el necesario debate sobre otros aspectos del “modelo” que no son ni nacionales ni populares a la vista de cualquier poco entendido en política. Comparto la idea del Chino Castro de que no se puede ser “progresista” si se es “antikirchnerista”. Y comparto con Daniela que ese es un error en el que cae una parte de la izquierda. Pero tampoco se puede ser “progresista” fundando cualquier acción en la “real politik”. Si la ética deja de gravitar y enraizarse en las decisiones políticas, el porvenir se oscurece. La historia del peronismo (que supo ser nacionalista, popular, de izquierda, de derecha, pro-militar, progresista y neoliberal) es una clara muestra de eso.
Comparto el diagnóstico de que una izquierda persiste “en pelear con el enemigo equivocado mientras las derechas miran riendo a carcajadas cómo desde el pretendido campo popular se producen las encarnizadas batallas”. Pero a eso hay que agregar que las derechas también se ríen a carcajadas viendo que muchos de sus representantes pertenecen y ocupan posiciones de poder en el partido gobernante, y que los grandes dueños de este país (que son la derecha económica: los bancos, los monopolios, etc.) también se ríen a carcajadas porque nunca antes tuvieron tantas ganancias (no más que un dato de la realidad). Pongamos un ejemplo: Clarín, con su monopolio económico y cultural, es un enemigo. Pero no es el único enemigo, ni el único monopolio. Pongamos otro: el poder adquisitivo de la mayoría mejoró, la pobreza y la desocupación disminuyeron, este gobierno llevó adelante muchas mejoras esperadas y reclamadas largamente por el pueblo. Festejamos. Nos emocionamos, sinceramente. ¿Pero ahí culmina el análisis? ¿No hay nada más para decir? ¿En serio creen que el pensamiento crítico es tan corto como eso? Si hay una actitud de izquierda (digamos mejor: marxista), es la de nunca perder de vista el movimiento general del capital. Y hoy en Argentina, a la disminución de la pobreza se le suma otro dato: el aumento de la desigualdad, es decir la distancia entre los que más y los que menos tienen. Y de eso se ríe a carcajadas el capital.
En fin, ¿es el gobierno un enemigo? No, pero sí lo son algunos de sus elementos constitutivos, de sus alianzas indeseables. Y ahí la piedad que se vaya a dormir. ¿Es la izquierda, aun esa tan equivocada, el enemigo? Tampoco. De hecho así lo entiende el propio gobierno, para quien la izquierda no es siquiera un interlocutor (porque no hay forma más efectiva de clausurar al contrario que ignorándolo). ¿Entonces por qué tanta diatriba contra los errores “la” izquierda? Si no es una necesidad política, es entonces personal (y la respeto). A cualquiera que aún le queda, como suele decirse, “un corazoncito de izquierda”, ya no le resulta tan fácil (como lo era en 2008 y 2009) justificarse a sí mismo el apoyo a un gobierno tan contradictorio.
Me guardé este comentario para terminar (y para ver si empezamos mejor): rechazo de plano la idea de que la política de izquierda necesita de muertos para existir. Un desliz similar llevó a José Pablo Feinmann a decir que el asesinato de Mariano Ferreyra fue responsabilidad de Jorge Altamira. Muy lejos de eso, son los sueños y proyectos de una sociedad más justa en lo político y lo económico, y más plural en lo cultural, los mayores alimentos de los esfuerzos políticos de izquierda y progresistas. Las víctimas despiertan voluntades (básicamente porque nos pegan muy adentro y de inmediato, nos indignan, nos duelen), pero más despierta la injusticia que las genera. No es saludable para un debate fraterno entre compañeros del campo popular negar el componente ético, histórico y político de la política de izquierda.
Saludos respetuosos y compañeros.
Que siga la trifulca.