UNAS
FLEXIONES POR EL DÍA DEL PERIODISTA, QUE ES TODOS LOS DÍAS
El piso donde me planto
-Basta de encender abnegados velones a la Diosa Equidistancia y pecar a la vuelta de la esquina, de gataflorismo pret a porter. Basta de esta fosforescente pavada de escandalizarnos por la desusada honestidad de periodistas militantes que asumen con gallardía su trinchera ideológica, y a la par no decir ni lanatarrata de la cobardía cool de periodistas militantes camuflados tras una pátina de independencia que se descascara con sólo mirarla fijo. Basta de frivolizar hasta la sed que anida en toda poesía, de este carusolombardismo de poner la libido en el chiquitaje en lugar de en las ideas. Basta de fabricar paté con la carroña de oferta, mejor hagamos puré las cipayas pinzas que someten a la gran paloma de la libertad de este tiempo: la ley de Medios. Basta de camaleones que flotan en todos los ríos, y de pseudo kamikazes que se inmolan contra los fáciles y se arrodillan a lamer la siniestra garra del poder que trama entre tinieblas. Basta de infectarte las manos atalivando como un campeón. Basta de lustrar las botas de los que esconden sus pasos.
-Un periodista debe ser un romántico, o no será un
periodista. Alguien con el alma recubierta por un quisquilloso celofán. Como un
médico, o un artista. Un periodista es un médico de la verdad, y un artesano de
la dignidad, a la que con ética militante debe aspirar a embellecer. Todos los
días de su oficio. Quien se prepara para ser médico y siente fruición por el
dinero y la acumulación material, debería ser desalentado antes de que sea
tarde. Lo mismo con alguien que quiere dedicarse al periodismo. Igual con el
que hace arte: si actuás y te devora el deseo de hacerte rico & famoso, más
vale andá pensando en golpearle la puerta a Suar en vez de inscribirte en un
taller con el maestro Raúl Serrano.
Empero, esto no equivale a afirmar que un periodista
debe comer a la par de un faquir, movilizarse en un afónico DKW y transitar la
vida con lo puesto, harto de llevarse puesto, como decía el ‘Gordo’ Soriano.
Tampoco un médico ni un artista. Trabajar por amor al arte es tan sólo una
linda frase revestida de una épica menor, bastante raída ya: somos periodistas,
no mártires, y nadie funciona bien si la panza le silba un tango.
-En tiempos en que, más que ayer, la verdad se cocina
‘a la canasta’, un periodista debe erigirse en un inflexible defensor del
pueblo más pueblo, que siempre son los de abajo, y denunciar cuando al puchero de
todos alguien incorpora basura. Para que la verdad sea verdadera, noble y sana,
no una turgente hamburguesa de plástico para anestesiar las tripas de los
desesperados y excitar la bóveda mental de los que sienten con el bolsillo, esos
que disuelven el puño alerta de la solidaridad en las cómodas aguas de la
caridad, que nutren marchas como chuckys de la reacción y se conforman con que
el mundo siga siendo maravilloso únicamente en la gema de Louis Armstrong.
Periodistas, no cromañonicemos nuestra moral.
Militemos por la decencia y, hasta donde nos dé el piné, por la elegancia. Basta
de la berretada de montar melodramas que no le moverían ni una pelusa de
máscara al incansable Michael Myers. Basta de jugar a Philip Marlowe con un
arsenal de clavos miguelitos y una chequera enchastrada en la frente, algo así.
-Un periodista debe ser alguien honesto. Así de
elemental, así de complejo. Honesto con él, primero. Preparar la comida que
comería con orgullo. Como pueda, con lo que tenga a mano, pero con toda la
grandeza que su ser sea capaz de emanar. Y proponerse perseguir la excelencia
en la elaboración de ese menú, con la sagrada pulsión del artista que sólo vibra
en la pureza. Algunas cosas nunca cambiarán, periodista: ni el auge tecnológico
ni los nuevos soportes ni las variables preferencias de los consumidores ni la
chequera de Dios, podrán proveerte un alma.
-Como los grandes boxeadores, un periodista debe saber
dar un pasito atrás cuando pelea en el in faighting, uno de sus planos
cotidianos. Tomar mínima y clave distancia para analizar el hecho que sea
materia de su labor. Así ‘pegará’ mejor, y resultarán beneficiados quienes
consuman su producto. Saber conducirse en la urgencia es vital, pero si todo es
apuro, pierden el periodismo y el pueblo más pueblo, y la verdad se agarra una
úlcera. El paradigma de flotar en diverso tipo de mares no debe excluir el bucear.
Al menos, si anhelamos para nuestra aldea global un horizonte de justicieras transformaciones,
a tono con el que Lennon planteó en “Imagine”. Y bucear requiere voluntad,
paciencia y a menudo discreción, tres rasgos esenciales de las hormigas: es que
un periodista es una hormiga con huevos y una voz, mucho más que un estentóreo
león.
-No sos un artista, periodista, pero algún bicho te
picó. Pensá entonces en los grandes cantantes, y no olvides que no es sólo la
voz, también es la respiración. La ética y la estética son siamesas, si cuidás
a una y abandonás a la otra, sufren las dos, se seca tu decir, se oxida tu
corazón.
-Un periodista debe saber distinguir entre el cielo y
las estrellas. Si se embriaga contemplando astros porque se cree uno de ellos, si
se ubica por delante del contenido a comunicar, acabará estrellándose, y en su
cabriola fatal arrastrará a inocentes (daño colateral, definirían, cínicos, los
yanquis). Esto no implica esquivar el éxito, con la pétrea lógica de un monje
de clausura, ni negar que el ego es una de las turbinas imprescindibles de
nuestro oficio.
-Por sobre todo, un periodista debe creer en lo que
hace. Inflar el pecho para sí. Sentirse un guerrero, más Quijote que Superman,
y abrazar la premisa de Spinetta: “un guerrero no detiene jamás su marcha”.
Porque sólo se pierde la lucha que se abandona, y porque como me enseñó mi irremplazable
amiga Graciela Sagardoy, la vida, la dignidad de valer la pena, reside en el
intento, no en el resultado.
¡A pelear, periodistas, a poner nuestra sangre en
juego, que el milagro díscolo de un mundo mejor aún nos espera!
Dedico esta columna, aunque unos pocos de los aludidos
habrán de enterarse, a:
-Víctor Hugo Morales/Horacio Verbitsky/Orlando
Barone/Juan Gelman/Cynthia García/Eduardo Aliverti/Eduardo Galeano/Eduardo
Fabregat/Mario Wainfeld/Alfredo Rosso/Claudio Kleiman/Carlos Polimeni/Pedro
Brieger/Román Iucht/Osvaldo Bayer/Osvaldo Soriano/Rodolfo Walsh/el Dante
Panzeri/Roberto Arlt/José María Pasquini Durán/Adolfo Castelo/José Luis Cabezas.
-A cuatro entrañables colegas bolivarenses de los que
siempre me esmeré en aprender: Daniela Roldán/el ‘Negro’ Merlo/Carlos
Rusciti/Oscar Andrés Bissio.
-A José Luis Piro, un tipo noble, que dignificó su
tránsito por el periodismo y la vida.
-Finalmente, y en general, a todos los que ejercen el
periodismo con compromiso y pasión no calculados.
Chino Castro
Este
escrito fue publicado en el diario LA MAÑANA en
junio del año pasado.