viernes, 3 de enero de 2014

UNAS FLEXIONES POR EL DÍA DEL PERIODISTA, QUE ES TODOS LOS DÍAS
El piso donde me planto





-Basta de encender abnegados velones a la Diosa Equidistancia y pecar a la vuelta de la esquina, de gataflorismo pret a porter. Basta de esta fosforescente pavada de escandalizarnos por la desusada honestidad de periodistas militantes que asumen con gallardía su trinchera ideológica, y a la par no decir ni lanatarrata de la cobardía cool de periodistas militantes camuflados tras una pátina de independencia que se descascara con sólo mirarla fijo. Basta de frivolizar hasta la sed que anida en toda poesía, de este carusolombardismo de poner la libido en el chiquitaje en lugar de en las ideas. Basta de fabricar paté con la carroña de oferta, mejor hagamos puré las cipayas pinzas que someten a la gran paloma de la libertad de este tiempo: la ley de Medios. Basta de camaleones que flotan en todos los ríos, y de pseudo kamikazes que se inmolan contra los fáciles y se arrodillan a lamer la siniestra garra del poder que trama entre tinieblas. Basta de infectarte las manos atalivando como un campeón. Basta de lustrar las botas de los que esconden sus pasos.

-Un periodista debe ser un romántico, o no será un periodista. Alguien con el alma recubierta por un quisquilloso celofán. Como un médico, o un artista. Un periodista es un médico de la verdad, y un artesano de la dignidad, a la que con ética militante debe aspirar a embellecer. Todos los días de su oficio. Quien se prepara para ser médico y siente fruición por el dinero y la acumulación material, debería ser desalentado antes de que sea tarde. Lo mismo con alguien que quiere dedicarse al periodismo. Igual con el que hace arte: si actuás y te devora el deseo de hacerte rico & famoso, más vale andá pensando en golpearle la puerta a Suar en vez de inscribirte en un taller con el maestro Raúl Serrano.
Empero, esto no equivale a afirmar que un periodista debe comer a la par de un faquir, movilizarse en un afónico DKW y transitar la vida con lo puesto, harto de llevarse puesto, como decía el ‘Gordo’ Soriano. Tampoco un médico ni un artista. Trabajar por amor al arte es tan sólo una linda frase revestida de una épica menor, bastante raída ya: somos periodistas, no mártires, y nadie funciona bien si la panza le silba un tango.

-En tiempos en que, más que ayer, la verdad se cocina ‘a la canasta’, un periodista debe erigirse en un inflexible defensor del pueblo más pueblo, que siempre son los de abajo, y denunciar cuando al puchero de todos alguien incorpora basura. Para que la verdad sea verdadera, noble y sana, no una turgente hamburguesa de plástico para anestesiar las tripas de los desesperados y excitar la bóveda mental de los que sienten con el bolsillo, esos que disuelven el puño alerta de la solidaridad en las cómodas aguas de la caridad, que nutren marchas como chuckys de la reacción y se conforman con que el mundo siga siendo maravilloso únicamente en la gema de Louis Armstrong.
Periodistas, no cromañonicemos nuestra moral. Militemos por la decencia y, hasta donde nos dé el piné, por la elegancia. Basta de la berretada de montar melodramas que no le moverían ni una pelusa de máscara al incansable Michael Myers. Basta de jugar a Philip Marlowe con un arsenal de clavos miguelitos y una chequera enchastrada en la frente, algo así.

-Un periodista debe ser alguien honesto. Así de elemental, así de complejo. Honesto con él, primero. Preparar la comida que comería con orgullo. Como pueda, con lo que tenga a mano, pero con toda la grandeza que su ser sea capaz de emanar. Y proponerse perseguir la excelencia en la elaboración de ese menú, con la sagrada pulsión del artista que sólo vibra en la pureza. Algunas cosas nunca cambiarán, periodista: ni el auge tecnológico ni los nuevos soportes ni las variables preferencias de los consumidores ni la chequera de Dios, podrán proveerte un alma.

-Como los grandes boxeadores, un periodista debe saber dar un pasito atrás cuando pelea en el in faighting, uno de sus planos cotidianos. Tomar mínima y clave distancia para analizar el hecho que sea materia de su labor. Así ‘pegará’ mejor, y resultarán beneficiados quienes consuman su producto. Saber conducirse en la urgencia es vital, pero si todo es apuro, pierden el periodismo y el pueblo más pueblo, y la verdad se agarra una úlcera. El paradigma de flotar en diverso tipo de mares no debe excluir el bucear. Al menos, si anhelamos para nuestra aldea global un horizonte de justicieras transformaciones, a tono con el que Lennon planteó en “Imagine”. Y bucear requiere voluntad, paciencia y a menudo discreción, tres rasgos esenciales de las hormigas: es que un periodista es una hormiga con huevos y una voz, mucho más que un estentóreo león.

-No sos un artista, periodista, pero algún bicho te picó. Pensá entonces en los grandes cantantes, y no olvides que no es sólo la voz, también es la respiración. La ética y la estética son siamesas, si cuidás a una y abandonás a la otra, sufren las dos, se seca tu decir, se oxida tu corazón.

-Un periodista debe saber distinguir entre el cielo y las estrellas. Si se embriaga contemplando astros porque se cree uno de ellos, si se ubica por delante del contenido a comunicar, acabará estrellándose, y en su cabriola fatal arrastrará a inocentes (daño colateral, definirían, cínicos, los yanquis). Esto no implica esquivar el éxito, con la pétrea lógica de un monje de clausura, ni negar que el ego es una de las turbinas imprescindibles de nuestro oficio.

-Por sobre todo, un periodista debe creer en lo que hace. Inflar el pecho para sí. Sentirse un guerrero, más Quijote que Superman, y abrazar la premisa de Spinetta: “un guerrero no detiene jamás su marcha”. Porque sólo se pierde la lucha que se abandona, y porque como me enseñó mi irremplazable amiga Graciela Sagardoy, la vida, la dignidad de valer la pena, reside en el intento, no en el resultado.

¡A pelear, periodistas, a poner nuestra sangre en juego, que el milagro díscolo de un mundo mejor aún nos espera!

Dedico esta columna, aunque unos pocos de los aludidos habrán de enterarse, a:  
-Víctor Hugo Morales/Horacio Verbitsky/Orlando Barone/Juan Gelman/Cynthia García/Eduardo Aliverti/Eduardo Galeano/Eduardo Fabregat/Mario Wainfeld/Alfredo Rosso/Claudio Kleiman/Carlos Polimeni/Pedro Brieger/Román Iucht/Osvaldo Bayer/Osvaldo Soriano/Rodolfo Walsh/el Dante Panzeri/Roberto Arlt/José María Pasquini Durán/Adolfo Castelo/José Luis Cabezas.
-A cuatro entrañables colegas bolivarenses de los que siempre me esmeré en aprender: Daniela Roldán/el ‘Negro’ Merlo/Carlos Rusciti/Oscar Andrés Bissio.
-A José Luis Piro, un tipo noble, que dignificó su tránsito por el periodismo y la vida.
-Finalmente, y en general, a todos los que ejercen el periodismo con compromiso y pasión no calculados.

Chino Castro

Este escrito fue publicado en el diario LA MAÑANA en junio del año pasado.

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