“Nosotros podemos formar periodistas en determinadas
circunstancias y después cuando esos periodistas salen a buscar trabajo, lo que
les piden es que no tengan responsabilidad social, que piensen en su bolsillo”,
dijo días atrás, el periodista Luis Bruschtein, quien agregó que “lo que
quieren esas empresas es que no exista esa ética en los periodistas desde un
punto de vista de la conciencia social y la conciencia política”.
Bruschtein se expresó así cuando tuvo oportunidad de disertar
en el marco de las actividades organizadas por la Facultad de Periodismo y
Comunicación Social de La Plata (FPyCS) en la Semana del Periodista, que acaba
de finalizar. La charla en cuestión se llamó precisamente, “la responsabilidad
social del periodista”.
En estos tiempos, en los que se discute sobre la libertad de
expresión siempre en referencia a la posibilidad que tienen, de decir lo que
quieran, los “dueños de la imprenta”, como dijo en algún momento el presidente
de los ecuatorianos, Rafael Correa. En estas épocas en las que la SIP se
preocupa por los periodistas que más visibilidad tienen, pero no se acuerda de
los trabajadores precarizados o las víctimas del trabajo informal en nuestras
redacciones.
En estos días, en los que muchos okupas de los medios de
comunicación banalizan el oficio en favor de ganar más audiencias y, por lo
tanto, de obtener más poder para los intereses que ellos representan, viene
bien que hablemos de la responsabilidad
social de los y las periodistas. Y viene bien que en defensa de la supervivencia
de este trabajo, no seamos meros cómplices con nuestro silencio, de las
mentiras y las tramas burdas que se tejen en las redacciones.
Que si no tenemos estadísticas, datos o fuentes precisas, no
digamos más que el delito aumentó en nuestras ciudades; que no volvamos a
repetir que había un antes ideal y un ahora en el que no se puede salir a la
calle porque “ya no es el paraíso que solía ser”.
Porque, además, nunca hubo paraísos para todos. Siempre hubo familias
viviendo en casas de chapa, niños abandonados, pibitos pidiendo limosna casa
por casa. Entonces, no se puede reivindicar el paraíso que nunca existió, con
el propósito de inducir a pensar que ahora es el infierno. Desde el periodismo
no se debe hacer eso.
No debemos permitirnos ejercer la criminalidad mediática como
si se tratara de un juego inofensivo. No somos fiscales. No somos guardianes de
la democracia. No somos el fiel de la balanza. Somos trabajadores con
responsabilidad social.
Esa responsabilidad social, en este contexto histórico, nos
lleva a asumir sin ambages, el lugar desde dónde hablamos. Al respecto, el
periodista y docente de la FPyCS de La Plata, Oscar Lutczak, fue más allá
cuando dijo: “Hablar de honestidad intelectual en estos tiempos, donde empezamos
a permitirnos discutir muchas cuestiones, es plantear no solamente desde dónde
uno está parado cuando habla” sino también “la posibilidad de que los medios
también tengan que blanquear dónde están parados y para quién juegan”.
Es, que, precisamente en la aclaración de estos puntos que
menciona Lutczak, se encuentra no sólo
el primer paso hacia un periodismo responsable, sino también la posibilidad de
visibilizar en qué terreno se juega, la verdadera libertad de expresión.
“¿Cómo y quién define la libertad de expresión o la
comunicación que se ejerce sin censura previa? Los hechos parecen indicar la
obsolescencia de los viejos parámetros que, bien o mal, se demandaban desde la
sociedad. La concentración de medios en contadas manos tiende a desgastar aquello
que no cuaja con sus intereses. En esa órbita de interconexión y desarrollo
empresarial, el tema de la censura es desalojado de la sociedad para reducirlo
a un tema interno de los medios”. (Carlos Valle, Comunicador social. Ex
presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas. Página
12, miércoles 28 de mayo de 2014).
Así las cosas, el papel más lúcido que puede interpretar un
periodista es el de asumirse como un sujeto con responsabilidad en la sociedad.
Que para despropósitos y enredos burdos, se las arreglan solitas las redes
sociales, que más que menos veces, son auténticas cloacas. Que para difamar,
ensuciar nombres y personas y generar violencias, están los foros de
comentaristas, en general alentados por los mismos medios.
Los periodistas firmamos nuestras notas. Hagámonos cargo y
brindemos por eso, porque en definitiva, con los más y los menos del oficio,
elegimos ejercerlo cada día. Eso sólo amerita la celebración. La autocrítica es
oportuna y la reflexión es bienvenida, porque oxigenan; hoy es una linda
oportunidad para hacerlo. Lo uno y lo otro van de la mano, ya que el festejo porque si, el brindis vacío
de contenido, se puede hacer cualquier día. Hoy, voto para que pensemos y
celebremos. Hoy, voto para que nos pensemos y nos celebremos.
Daniela Roldán
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