Miré un rato 678 y el par de minutos que estuve frente a la
pantalla me alcanzó para darme cuenta de por qué he optado, en los últimos
escritos, por una forma (por no decir estilo, que me parece una exageración)
más plana, mucho más rudimentaria que de costumbre, para decir lo mío. Creo que
no se puede ir a buscar en lo profundo de las tesis académicas, las respuestas
que están en la calle, en la vida diaria, en las personas del común. Ni para la
política, ni para la vida misma.
Lo contrario, tratar de explicar las contradicciones de un
gobierno, sacarle radiografía a una gestión para descubrir su adn fachista o
revolucionaria, me parece cada día más un boludeo que en ámbitos académicos
sirve para que los portadores de las verdades del momento copen el campo, pero
no mucho más que eso.
Qué tiene que ver el hecho de que haya estado viendo 678? No
sé, tal vez que el politólogo Edgardo Mocca dijo algo que movilizó mi espíritu
hinchado, cuando comentó un editorial de Pablo Sirven en el que se hacía un
farragoso paralelo entre este programa y el viejo 60 Minutos de la época de la
dictadura. No vale la pena desgranar el comentario de tal Sirven… Quien no lo
vio, que corra a leerlo y que saque sus propias ideas.
Y hablando de propias ideas, qué ganas tengo de escuchar a
la gente con poca lectura pero con muchas horas de laburo encima, con cientos
de jornadas dependiendo de un patrón, con jornadas y jornadas de trabajo sin un
estado que los ampare… Qué ganas tengo de escuchar esas historias… quiero que
esos laburantes que saben de conciencia social porque no les queda otra, hablen
por sí mismos. Y yo me calle.
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