Los violentos en las redes
Facebook fue creado para estudiantes de la Universidad de
Harvard, como un libro de anuario, pero se expandió de tal forma que hoy es
quien lidera el ranking de las redes sociales con la mayor cantidad de usuarios
registrados. Por eso será que, pasarse un rato leyendo en los muros de esta red
social ofrece algunas pistas acerca de las personas en general y de algunos
especímenes humanos en particular.
Si bien el nacimiento de las comunidades virtuales reconoce
una vida que excede la década, estas redes son adolescentes, las estamos viendo
crecer y como consecuencia de ello, las teorías que intentan explicar el
fenómeno van acompañando su derrotero, sin que puedan establecer nada muy en
claro respecto de hacia dónde nos lleva todo esto.
Por lo pronto, cada cual tiene experiencias propias que
hacen de cada usuario una suerte de experto en los alcances que pueden tener
las relaciones web mediante. Hay algo que parece claro en ese sentido y es que,
lo que hacen las redes como facebook o twitter es visibilizar a las personas
más o menos tal cual son. Algo así como que “el facebook es como uno mismo”, es
un discurso propio, una red de significantes que nos relata.
De ahí que están aquellos que usan su espacio para contar
todo lo que atañe a su vida privada, para hacer públicos detalles íntimos que
difícilmente le interesen a alguien, por más amigo que sea. O quienes usan la
red para mostrar las fotos de las vacaciones o el auto nuevo en una especie de
sucesión de frivolidades ad infinitum. También marcan tendencia aquellos para
los cuales las redes sociales son el taburete en la plaza, el megáfono en la
mano, para llevar a cabo su cometido de persuadir, de opinar, de denunciar, de
expresar, sus verdades políticas. Y están los loosers, esos que
indefectiblemente cuentan las perdidas y se ganan los mimos de sus amigos que,
quizás, les permiten seguir en esta vida.
La lista del característico usuario es infinita, a pesar de
lo cual es posible ir enunciando al menos un par de posibles agrupamientos por
similitudes, con la idea de identificarlos y, eventualmente, decidir qué se
puede hacer con ellos, en términos de permanencia o no, en las listas de
amigos.
Es muy común que desde distintos foros se señale
preocupación generalizada por la violencia social, en sus diversas
manifestaciones (hinchas de fútbol, fans de bandas de rock, jóvenes en general,
chicos en la escuela, etc.) y hay un coro de vestiduras rasgadas por las causas
de la no violencia. Sin embargo la agresividad fluye por las redes envuelta en
pocas ropas, más bien al desnudo y de ese fluir somos todos víctimas,
victimarios o cómplices.
En este zoo humano, con suma de violentos y violentados, las
redes permiten entre otras cosas, suplantar identidades, calumniar a supuestos
enemigos, amenazar, entre otras bellas acciones humanas, que vienen a funcionar
como un mapa de lo posible en la ociosidad y en el mal hacer.
Por ejemplo, hay sujetos que ocultan su verdadera identidad,
que figuran en la red con nombres falsos y sin foto de perfil. Estos amigos
parecen ocupar su tiempo en inmiscuirse y agredir a los grupos sociales o
individuos que les resultan molestos o antipáticos. En general lo hacen sin el
filtro de la las buenas formas, más aún, se empeñan en demostrar de cuánta mala
forma son capaces.
Si la cobardía resulta irritante en general, profundiza el
sentimiento que ese defecto produce, el hecho de que aparezca sobredimensionado
por su instancia pública. Hay algo como de impudicia en la acción del cobarde.
La actitud de esta suerte de villano del universo virtual
pone en situación de violencia al agredido, al menos en dos aspectos. Uno por
la agresión misma y otro porque quien es depositario de la bronca y la bilis
del villano, desconoce en muchos sentidos de quién se trata. Sólo sabe de él,
su carácter de cobarde y de agresivo.
En línea con el anterior tipo, están los comentaristas en
las redes de los medios de comunicación tradicionales, como radios y diarios.
Muchos de ellos no ocultan sus identidades pero ese detalle no debilita su perfil
violento.
Para los espíritus sensibles, leer a estos comentaristas
puede ser letal. Exacerba la reacción humana de tender a defenderse y, sin el
filtro adecuado, se puede correr el riesgo de caer en la trampa de los
violentos. Esto es, sacar el foco de lo importante para terminar librando una
rara batalla que combina lo peor de los elementos irracionales de cada uno.
La legislación contempla casos de delitos informáticos en un
sentido limitado y se encuentran en permanente revisión los alcances de las
posibilidades delictivas en el terreno del espacio virtual. Las calumnias y
las injurias, así como los delitos sexuales encabezan las listas de denuncias
realizadas ante los organismos competentes, en todo el mundo.
En Argentina, además de que el país ha adherido a la
Convención de Budapest, existe la Ley Habeas Data y la Ley 26.388 de Reforma
del Código Penal, que incorpora la tipificación de delitos informáticos, (junio
de 2008). La Convención sobre Ciberdelito de Budapest es la primera convención
internacional sobre el tema y fue redactada en 2001 por el Consejo de Europa,
junto a Estados Unidos, Canadá, Japón, Costa Rica, México y Sudáfrica. Eso en
el terreno específico de los delitos penales tipificados.
Pero está claro que no existe la posibilidad de limitar al
ser humano como continente de violencias mediante la legislación positiva.
Parece evidente que toda la suciedad moral de la que somos capaces de contener
los seres humanos se visibiliza en las redes con cierta dosis de obscenidad y
consiguiente mal gusto, paradójicamente, sin red. Parece también que “eliminar”
gente del facebook es un artilugio ingenuo, ante la capacidad de la red de
interconectar personas mucho más allá de los propios intereses personales en
ese sentido.
La conclusión nos llevaría a corroborar la sentencia del
barrio, esa de que “es lo que hay”, en tanto las redes simplemente nos
visibilizan como sujetos sociales puestos a jugar en un terreno público, en el
cual los roles que se asumen hablan de las subjetividades en pugna, ni más ni
menos.
Tal vez, sólo tal vez, el ejercicio de esta forma de
comunicación se irá perfeccionando en términos éticos y estéticos y, con el
tiempo, seamos una sociedad virtual o real un poquito más digna de ser vivida.
Daniela Roldán
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